El derecho a la tristeza
Por Esther Charabati
Ningún estado de ánimo convoca tanta oposición como la tristeza. Apenas borramos la sonrisa y la gente se siente con derecho a intervenir en nuestras vidas. «¿Qué te pasa?»; «¡Ya cambia la cara!»; «Parece que vienes de un entierro». A nadie le gusta presenciar la tristeza porque es contagiosa. Porque hace pensar en los miles de motivos que existen para estar triste. Porque ver el dolor, duele. Sin embargo, alguna vez estuvo de moda, de la mano de la melancolía; recordemos el famoso spleen de Baudelaire y el taeduim vitae de los griegos. El romanticismo y la tristeza eran buenos compañeros, porque surgían de lo más profundo del ser humano. En cambio, la alegría parecía superficial, tonta, popular. Cualquier hijo de vecino podía estar alegre y reír todo el día. Era vulgar.
Hoy las cosas son diferentes. El signo del siglo es la alegría, el entusiasmo, las ganas de vivir. Las sonrisas acechan desde los maniquíes, los anuncios espectaculares, los comerciales. Están en boca de todos los edecanes, los vendedores, las recepcionistas. Todos queremos que nos atiendan con una sonrisa en la boca. Que hagan como si no tuvieran problemas, como si estuvieran eternamente enamorados, como si les alcanzara el sueldo, como si la vida fuera fácil.
Y sin embargo… existen motivos de tristeza, de melancolía o de añoranza, y no siempre queremos reprimirlos o disfrazarlos. A veces queremos vivirlos hasta el fondo, agotarlos. Ahora lo llaman depresión. De acuerdo: Queremos deprimirnos porque tenemos buenos motivos para ello, estamos decididos a sufrir porque nuestra pena lo amerita. Aunque los demás no quieran verlo. Aunque hagan todo lo posible por alegrarnos. No nos queremos alegrar, porque estamos viviendo una pérdida o una decepción, o simplemente caímos en un bache y necesitamos tiempo y energía para salir de ahí.
¿Quién dijo que los seres humanos tenemos vocación de castañuelas? «Sonríe y el mundo estará contigo», nos dicen los fans de Dale Carnegie que llevan décadas promocionando la sonrisa como sinónimo de fe y de esperanza, una sonrisa idiota que se utiliza como contraseña para ser aceptados entre los vivos.
Pero hay días en que el mundo no está con nosotros, por lo menos no como quisiéramos. Días en que el dolor duele tanto que no podemos ubicarlo en ningún lado para extirparlo de raíz. En que queremos dormir para ver si la pena se desvanece, o se confunde con los sueños. A ver si cuando despertemos la tristeza ya se fue. O lloramos, para que el dolor se vaya deshaciendo, para erosionar el sufrimiento con nuestras lágrimas, para sacarlo todo. Otras veces hablamos y hablamos sin parar, torturando a quien nos escucha con la misma historia mil veces contada, con todos los matices y todos los detalles. Y si no podemos dormir, ni llorar, ni hablar, entonces nos endurecemos y nos callamos. Y la tristeza sale a través de gritos, de agresiones pasivas, de desconfianza, de mezquindades. Sale como un huracán o como una llovizna. Arrasándolo todo o desgastándolo… y poco a poco va dando paso a la paz, a la alegría, a la reconciliación con la vida.
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ESTHER CHARABATI, es licenciada en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México, donde también cursó la maestría en pedagogía y actualmente realiza el doctorado.
me encanto este texto, muy inspirador,con mucha serteza... talvez porque como muchos me identifique.. he incluso pude pensar que iva dirigido especialmente para mi jajajaj...gracias por compartir cosas tan interesantes con el grupo profesora.. que tenga un exelente fin de semana.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. :)
ResponderEliminarExcelente texto, la verdad la trsietza es un sentimiento que es muy valido tenerlo ya que no siempre podemos estar felices y la vida nos da golpes duros, por eso se llama "Vida" hayq ue aprender un poco de todos los sentimientos ke nos interceden en nustra vida cotidiana pero eso si sin perder la AUTENTICIDAD de nuestra personalidad...
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, Jesvan.
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