Por Irene Hernández
Siempre tenemos un recuerdo más grabado que otro. ¿Será porque hay algo de misterioso en él? Los psicoanalistas piensan que sí y que mientras no se resuelva ese misterio seguirá persiguiéndonos la reminiscencia.
Tenía yo 3 ó 4 años de edad. Mis tías nos llevaron a mis hermanas y a mí a un parque muy cercano a mi casa. Era de noche, a una hora inusual para pasear con tres niñas pequeñas. Ya de regreso por el camino, una de las tías se percató de que habíamos olvidado el oso de peluche de una de mis hermanas; cuando regresamos al arriate donde habíamos estado jugando, ya no estaba; para mí fue algo sorprendente, no cabía en mi entendimiento quién había podido llevarse el oso en un lapso tan corto. La oscuridad del lugar desplegaba un velo de misterio.
Tal vez sea éste uno de los recuerdos más antiguos que conservo. La imagen de la alameda de noche, poco iluminada, hirió mis sentidos: en aquél entonces la visualicé totalmente solitaria e inmensa, de la misma manera en que los infantes aprecian las dimensiones de los espacios haciéndolas aún más grandes de lo que en verdad son, al grado de que cuando crecemos se encogen y decimos asombrados “yo lo veía más grande”; en estas circunstancias, la alameda de Santa María me parecía colosal.
Exagerar mi percepción de ese lugar no impidió que al transcurrir los años se fuera forjando una relación entrañable con ese parque. Ir a la alameda había sido el paseo obligado de los domingos por muchos años: mi papá nos acompañaba y mientras jugábamos mis hermanas y yo él se sentaba en una banquita a leer el periódico. Así, ese lugar fue convirtiéndose con el tiempo en un símbolo de mi niñez al representar algo esencial para mí, cumpliendo de esta forma la sentencia freudiana: “Infancia es destino”.
Con esas experiencias y otras más mi niñez transcurrió dotando de referentes y significados a mi entorno. Llegando a la adolescencia -y con la influencia de la sociedad[i] que con su inercia nos hace pretender ser lo que en verdad no somos- le di la espalda a mi colonia, la cual se iba transformando en un barrio popular; como toda adolescente quería ser parte de una élite: pronto me desengañé: la madurez va ganando paulatinamente la batalla (Herrera: 2001). Una tarde de regreso de la universidad caminando por la calle principal de la colonia me embargó un sentimiento de orgullo por mis padres, por mi barrio, mi familia[ii], orgullo de mi niñez a la que nada le faltaba ni sobraba, simplemente porque así había sido mi vida hasta ese momento. No sé si fue la forma en que la luz del atardecer se reflejaba en los árboles y las fachadas de las casas, el frío y humedad de una tarde lluviosa, el olor de la panadería o fue acaso el momento que Arnulfo Herrera llama “reconciliación con el mundo adulto, la reconciliación de nuestro pasado, de nuestro Yo en toda su integridad” lo que me hizo tomar conciencia.
Así fue que experimenté el sentimiento de patria como:
"(…) un reflejo de nosotros mismos. Un reflejo que nos defiende de la soledad. Como si al colocarnos frente al espejo pudiéramos ver, de golpe, no solo nuestra imagen de individuos, sino también la imagen de nuestros antepasados y la de nuestros descendientes y la de todos los seres próximos junto a los cuales crecimos y de quienes llevamos algo apenas perceptibles (…). Irrumpe entonces, en la conciencia, la fuerza de ese amor a la colectividad y a los lugares que conforman en escenario de la patria íntima".[iii]
Era, pues, el reencuentro con mi colonia, mi alameda con su kiosco morisco donde tantas veces jugué viviendo momentos en los que no hay ni pasado ni futuro, disfrutando y valorando el presente en toda su dimensión. Estaba precisamente en el “escenario de la patria misma”.
No fue casual que al explorar mi faceta artística haya decidido pintar La alameda de Santa María la Ribera, o más bien la representación que me hice yo de la alameda, donde el osito le dio título a mi obra. Desde luego que fue entonces que me percaté de que no estaba dotada para las artes plásticas, pero ¡qué importaba eso, si a través de mi pintura había plasmado el símbolo de mi identidad, de mi colectividad! Me había mirado en el espejo donde me vi a mí misma y a todos los que me habían acompañado en la composición de mi biografía.
Los lugares donde crecimos y que amamos por habernos dado el referente “yo/mundo exterior” corresponden al mundo social que intentamos descifrar e interpretar en nuestra vida cotidiana a través del mundo intersubjetivo, construcción que nos da la posibilidad de integrarnos a la colectividad y a su cultura compartiendo un universo simbólico y tener así un sentido de pertenencia. De la misma forma ese mundo se ensancha hasta conformar una realidad más grande llamada México.
Ha pasado tanto tiempo después de la experiencia del oso olvidado, que pongo en duda lo que he relatado; aún siento no tener una explicación que satisfaga mi inquisición: ¿porqué no estaba el osos ahí? si éramos las únicas personas en el parque, además el sitio no estaba bien alumbrado como para que lo hubiese podido distinguir alguien más; por otro lado, el tiempo que tardamos en regresar para recuperarlo fue en realidad muy corto. Y es extraño, pero cuando les he preguntado a mis tías y hermanas acerca del suceso traumático me han respondido: “¡De verás?, no me acuerdo”, o “creo que sí, pero no me acuerdo muy bien”. ¿Por qué en cambio yo sí me acuerdo?, la respuesta lógica es que cada quien vive las situaciones de manera muy diferente, le damos el significado a las cosas y a los hechos de acuerdo a nuestras subjetividades. Y tratándose de la capacidad de los niños y niñas para fantasear, bien pude haber inventado la historia del oso, al menos tal cual la recuerdo. Hay algo ahí que no he podido descifrar.
Creo que lo mejor es pensar que el dios Pan[iv], que habita en los jardines, bosques y matorrales persiguiendo a las ninfas, se llevó aquel oso de peluche para obsequiarlo a una de ellas y así obtener sus favores. Esta explicación me deja más convencida, y tal vez ya deje en paz ese recuerdo anodino.
[i] “La presión hace que cambiemos muchas cosas en nuestras vidas, desde la manera de vestir, los gustos de música, las amistades con las que convivimos, etc.”en David Martínez, Mi reflejo Patrio, Identidad y Cultura, Universidad del Caribe.
[ii] “Tomando un fragmento de mi vida, donde interviene mi familia, me hace pensar que en verdad son los principales actores de la patria (…) Genera dentro de uno un sentimiento de lealtad y cariño” en Francisco Carvajal, Mi Patria, Identidad y Cultura, Universidad del Caribe.
[iii] Arnulfo Herrera, Amor a la Patria, p. 4-5, versión electrónica
[iv] Edith Hamilton en su libro Mitología hace una descripción de Pan: Era un músico maravilloso: con su flauta tocaba melodías tan dulces como el canto del ruiseñor. Enamorado siempre de una u otra ninfa, todas le rechazaban a causa de su fealdad. Se cree que los sonidos que los viajeros miedosos oían por la noche los emitía él, y de ahí se deduce con facilidad de donde viene el llamar al miedo “pánico”.
Profesora tenemos que hacer algo con respecto a esta lectura?
ResponderEliminarNo,Laura,este ensayo es unícamente para compartirlo con ustedes.
ResponderEliminarSolo hay que realizar las actividades (9 y 10)
me parecio muy interesante su narración profesora, sobre todo el hecho de que todos tomamos las cosas de diferente manera y por eso nuestro subconsiente graba mas ciertas cosas, que para otras personas no son de importancia... en fin que tenga buen dia ... me gutos mucho su narración.
ResponderEliminarGracias, Alicia
ResponderEliminarProfesora, me parece una muy buena redaccion
ResponderEliminary muy sintetizada de como alguien puede explicar la madurez desde una infancia, es complejo, pero a la vez realista, los recuerdos que abundan de nuestra niñez son prodigiosos ya que nos hacen un viaje en el tiempo repentino en el cual nosotros mismos decimos "Ahhh que buenos tiempos" pero en fin, me parece interesante su lectura maestra...
Que pase un excelente dia maestra
Sin embargo, pudieron haber sido "malos tiempo" y aún así, con todo y su dolor y amargura, llegar a amarlos y aceptarlos: por la sencilla razón de haber participado en la construcción de tu identidad.
ResponderEliminarGrcias por el comentario, Jesvan.
Es muy cieto, Alicia, la mente es un universo interior: infinito y desconocido como el universo mismo.
ResponderEliminarprimero, antes que nada Gracias por los comentarios en mi blog...
ResponderEliminarEn segundo punto, me encantó el ensayo que realizó, es increible como algo te llega a marcar tanto, casualmente hace unos días iba caminando hacia la escuela, iba algo triste, decaida, extrañaba estar con mi familia, mientras caminaba con la mirada perdida, llegó de repente un olor a agua hervida, en menos de un minuto mi mente empezó a trabajar y a recordar aquella epoca cuando era niña e ibamos a visitar a mi abuelita al rancho, siempre metia el agua hervida en un jarro de barro y despues de jugar iba a tomar y regresaba a mi vida de no preocupaciones, de simplemente jugar...
En ese momento una lagrima rodó sobre mi mejilla, y algo me decia que a pesar de que esté lejos de la familia, ellos siempre estarán presente en el proceso de mi vida, y que estarán para apoyarme cuando sea necesario..
Fue uno de mis mejores días en la universidad regresando a la casa con una sonrisa increible..
De cierta forma es parte tambien de mi indentidad algo que ha ido creciendo conmigo, buenos, malos momentos nos llevan a madurar en la vida...
que tenga buenas noches profesora saludos que esté bien !!!
Evelyn
Así es Evelyn, ya en retropsectiva verás después que lo que lo que viviste en ausencia de tu "patria" te fortaleció, porque es parte de ti y nada ni nadie te lo quitará. :)
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